viernes, marzo 31, 2006

El último tren.


Había sido un día muy largo para Ezequiel. Después de una larga jornada de trabajo su recompensa sería pasarla con su esposa y sus hijos todo el fin de semana en un pequeño poblado al pie de las montañas. Ellos se habían adelantado un día antes.
Veía con desesperación su reloj. Faltaban diez minutos para que el tren saliera y el estaba atascado en el tráfico. No llegaría a tiempo.
Cuando llegó a la estación sólo pudo ver como se alejaban los últimos vagones. Tomó su celular y marcó al número de su mujer. No recibió respuesta. Lo más seguro era que su teléfono se hubiera quedado sin carga. Se sentó unos minutos y luego le vino una idea a la cabeza. ¿Y, si se iba en auto? Tardaría más horas pues el camino no era pavimentado, pero al menos estaría con ellos. Les daría una sorpresa.
Regresó a su auto y salió rumbo a la autopista. Como a las dos horas dobló en una desviación que lo conduciría a la montaña. El viaje sería largo y tedioso.
Se había hecho de noche. Para colmo estaba haciendo un frío muy intenso. Iba como a la mitad del trayecto cuando vio a una anciana que le hacía señas para que se detuviera. Disminuyó la velocidad hasta detenerse junto a la viejita.
—Joven ¿Sería tan amable de llevarme al pueblo de San Isidro?
—Claro abuelita, voy en esa dirección. Súbase, no se vaya a congelar.
—Es usted muy amable.
Viajaron en silencio la mayor parte del viaje. Incluso él volteó varias veces a verla pensando que se había quedado dormida. Así transcurrió el tiempo hasta que llegaron al pueblo.
—Ya casi llegamos. ¿La dejo en el centro?
—No es necesario. Yo aquí me bajo.
Ezequiel se detuvo. Estaban como a un kilómetro del pequeño poblado.
—Muchas gracias joven. Que la pase muy bien con su familia. Que bueno que no tomó ese tren.
—Un momento ¿Cómo sabe todo esto?
En un abrir y cerrar de ojos la anciana desapareció. Ezequiel se bajó a buscarla pero no logró localizarla. Se había esfumado.
Cuando llegó al pueblo se encontró con cientos de personas que lloraban. Escuchó el grito de una mujer que lo dejó paralizado. “Se ha descarrilado el tren, se han muerto todos”.

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