domingo, diciembre 16, 2007

Cuento Publicado.

Ha sido toda una sorpresa. Me han publicado el microcuento "Karma". La verdad tiene mucho que lo envié a Axxón para un especial. Yo lo daba por perdido, es por eso que apareció en mi blog mucho antes que en la magnifica Axxón. Como siempre aparecer en esa revista siempre es un orgullo.

Pueden verlo aquí, junto a muchos más. Todos muy buenos.

lunes, noviembre 12, 2007

Conozcan a mis hijos.


Aunque la foto es de hace dos años. Quiero que conozcan a mis hijos varones.
De atrás para adelante: Emiliano, Eduardo, Erath y Enrique.

sábado, noviembre 10, 2007

Nuevos cuentos publicados.


Me han publicado dos nuevos cuentos en Forjadores.net producto del taller "Forjadores" esta vez en el especial de "Vampiros". Son "El último brindis" que ya habia publicado en este blog, sólo que esta vez es una versión 100% mejorada. El otro es "Ciudad de muertos". Todo el especial está de lujo, asi que visitenlo.

Luego me invitaron a participar en el número 83 especial de vampiros de la revista cubana "Minatura" y me aceptaron el cuento "El trabajo equivocado". Pueden bajar la revista desde este sitio. Estoy a lado de Sergio V.G.H. , J.E. Alamo y algunos amigos del taller forjadores.

lunes, septiembre 17, 2007

El prisionero.



—¡Puta! —le grito.
Pero ella no entiende, se ríe como si fuera retardada. Voltea hacia el hombre que la espera junto a la cama y le dice algo que lo hace sonreír. Me deja atado a la silla, no sin antes darme de comer una sustancia verdosa que detesto. La escupo, pero hace que me la trague de nuevo. Vomito sobre su vestido. Se sorprende un poco, pero como siempre, se limpia y se retira. Lo único que sé, es que si estuviera desatado, le sacaría los ojos con la misma cuchara con la que me alimenta. Se aleja y mientras se acerca hacia el hombre deja caer su vestido. Se abalanza sobre él y se le monta encima. Después de un rato, los dos jadean, se retuercen hasta quedar dormidos.
Estoy asqueado de todo esto. Mi cuerpo empieza a entumecerse, le grito que la mataré si no me suelta y deja de atormentarme. Después de un rato se levanta, me desata y mientras yo la insulto, ella me carga en brazos y me recuesta sobre un colchón rodeado por barrotes de madera.
—Creo que ya no deberíamos hacerlo en presencia del bebé, Pascual, parece que no le gusta.

Karma


El Doctor Pérez murió de un ataque en plena sala de quirófanos. Volvió a la vida. Vio con terror una aspiradora emerger en el cálido útero maternal. Un grito sordo, un brazo desprendido. Esta vez, él sería el abortado

domingo, junio 24, 2007

Microrelato Publicado en Axxón

Me siento muy feliz por este microrelato. Primero por que no me lo esperaba y segundo por que es de los que más miedo les ha dado a mis hijos. Y eso que sólo tiene 22 palabras.

Asi que no tienen excusa para no leerlo. Les tomará menos de diez segundos.

Aqui http://axxon.com.ar/rev/174/c-174axxcr1.htm#22

domingo, mayo 27, 2007

La última cita



El quiosco de aquél parque estaba vacío. Cuando sentía que ya no podía más con las presiones del trabajo, siempre iba ahí a relajarse. Se sentó a tomar aire y a pensar un poco cuando un ruido lo sobresaltó, era el sonido de su teléfono celular. Lo dejó sonar varias veces hasta que por fin contestó. No supo por qué, pero sintió un poco de miedo. Estaba desconcertado pues no reconocía el número desde donde le llamaban.
—Si, diga —dijo con voz temerosa.
—Si quiere volver a ver a su esposa con vida, tiene que hacer lo siguiente —dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
— ¿Es esto una broma?
—Esto es más serio de lo que usted cree—le dijo la voz.
— ¿Qué ha hecho con ella? No se atreva a hacerle algún daño o se arrepentirá. ¿Qué es lo que quiere?
—No quiero nada. Sólo quiero que me devuelva la vida, si es que eso es posible.
— ¿De qué me está hablando? ¿Nos Conocemos?
— ¿Ya no se acuerda de mi? ¿Es que tan rápido se olvida de sus pacientes?
Como psiquiatra en el Hospital de San Andrés había atendido a cientos de pacientes en los últimos años, en esos momentos no tenía ni la más mínima idea de quien se trataba.
— ¿Qué es lo que le hice? Si fue paciente mía debe saber que no existe ni una mancha en toda mi carrera.
—Cállese y escuche, lo espero en el Hotel Avenida, habitación 315. Sólo quiero que me escuche por última vez y entonces se podrá ir con su esposa y seguir su vida.
Tardó varios minutos en reaccionar. Pensó en hablar con la policía, pero no le pareció sensato. Tendría que ir y arreglar ese asunto. Su esposa podría encontrarse en un grave peligro.
¿De dónde sacó la fuerza y la valentía? No lo sabía, pero ahí estaba. Jadeando se acercó a la puerta y esta se abrió antes de que la tocara. La habitación se encontraba a oscuras, no podía ver nada.
—Cierre la puerta y siéntese en la silla de la entrada—dijo una mujer, que supuso se encontraba al fondo de la habitación.
Obediente, cerró la puerta quedándose a ciegas. Aún así sentía la mirada de aquella mujer, su voz se le hizo conocida, pero no recordaba a ninguna de sus pacientes.
— ¿Me va a decir que es lo que quiere ya de una vez? ¿Dónde está mi esposa?
—Su esposa estará aquí, no se preocupe. Cuando acabemos con este asunto la podrá ver, le doy mi palabra.
La voz ésta vez le sonó más familiar, pero seguía sin reconocerla.
—Soy todo oídos—le dijo.
—Hace diez años, cruzaba por una fuerte depresión. Tenía por lo menos un mes acudiendo diario a las citas. No sé si ese día estaba de mal humor, cansado o de plano harto de sus pacientes. A pesar de estar casi una hora escuchándome, su mente estaba en otro lado. Cuando terminé de hablar usted se quedó diez minutos sin decir nada. Cuando se dio cuenta que ya no seguía hablando…
En ese momento supo de quién se trataba. Era Mónica Ramírez, tenía en ese entonces quince años, sufría de un trastorno bipolar. Durante las sesiones que tuvo con ella se percató que muchas cosas que le decía eran parte de su imaginación. Inventaba cosas demasiado torcidas para la mente de una chica de su edad; él ya tenía experiencia en esos casos, le recetó unos tranquilizantes. Sus padres le habían dicho que estaba progresando, muy pronto se irían al extranjero…
— ¿Se da cuenta que en estos momentos no me pone atención? Precisamente por eso sucedieron las cosas, por que no sabe escuchar —dijo enojada.
—Discúlpame, ahora lo recuerdo, eres aquella chica tan triste, hija de Pedro Ramírez, pero dime Mónica, ¿Por qué piensas que yo eché a perder tu vida?
—No sólo echó a perder mi vida. Acabó con la de mis hermanos y con la de mis padres. Desde entonces no puedo descansar en paz. Usted no sabe por lo que he pasado todos estos años, viéndolos morir una y otra vez — gritaba.
— ¿Pero de qué me estás hablando? ¿Es otra de tus alucinaciones?
—La última noche que lo fui a ver, le platiqué como lo había hecho todas las veces que estuve en su consultorio, que las voces en mi cabeza me ordenaban a hacer cosas malas. Me decían que matara a mis hermanitos y a mis padres. Que si no los mataba, ellos me matarían a mí. Pero usted no me escuchó, le pedí un último consejo y ¿Qué fue lo que me contestó? — Mónica hablaba con la voz cada vez más quebrada por la furia.
—Ahora recuerdo, lo que digo a la mayoría de mis pacientes, “escucha tu voz interior y hazle caso”—dijo con toda la culpa impresa en sus palabras.
—Si me hubiera escuchado, nadie hubiera muerto, no me hubiera cortado las venas ¡No estaría muerta! —dijo esta vez llorando.
— ¿Qué? ¿Muerta? Tú no estás muerta, nadie está muerto, ¡Basta ya!— gritó.
En ese momento sintió que se le helaba la sangre, lo abandonó la fuerza y quedó inconciente.
Cuando por fin despertó. lo primero que vio fue a su esposa que lo miraba a los ojos.
— ¿Estás bien? ¿Para qué me querías ver aquí? ¿Qué fue lo que te pasó?— le dijo.
—Yo no te cité aquí, pensé que te tenían secuestrada—le dijo consternado.
Después de contarle lo sucedido, regresaron a su casa. Llamó a los familiares de la chica que le confirmaron lo que ya sabía. Mónica, había matado a sus padres y hermanos para después suicidarse, hacía ya diez años.
Ese día tiró a la basura el título de médico y huyó de su hogar, desde entonces vaga por las calles, buscándola. Quiere darle la paz que en vida no le pudo dar…

miércoles, mayo 23, 2007

Nuevos cuentos publicados.

Empezó el año bien con la publicación del especial de aniversario de Forjadores.net . Me publicaron por votación un cuento al que le tengo mucho cariño por que es de los primeros que escribi a petición de mi hija Esmeralda, "Inocencia". Deben checar la ilustración que me hizo mi buen amigo Sergio.

También en la tercera edición de Forjadores aparecen dos cuentos coescritos. "Encuentros" con un excelente escritor, Gonzalo Geller de Argentina. Y otro escrito con mi "hermano virtual" Hugo Juárez Hernández, "El monolito".

Disfrutenlos que yo me divertí mucho escribiéndolos.

jueves, abril 12, 2007

Cuento Publicado.

Se me había olvidado comentar que fui publicado en la Antología #2 de Forjadores con el cuento "Veni, Vidi, Vinci" , un cuento de futbol intergaláctico. Como siempre el PDF está de lujo y los cuentos están excelentes.

domingo, marzo 18, 2007

Sánchez. Capítulo VI.

No tardó en llenarse la iglesia de policías, gente curiosa, feligreses y periodistas. La noticia del asesinato del Padre Vicente se supo de inmediato. Sanchez se encontraba frente al cadáver con el rostro inexpresivo de siempre, no estaba horrorizado como la mayoría, pues a comparación de los últimos asesinatos este no había sido tan cruento.
El Padre Vicente se encontraba desnudo, amordazado y amarrado a su silla, un crucifijo le atravesaba la cabeza desde el ojo hasta la nuca, su otro ojo lo tenía abierto, su rostro era el retrato vivo del terror.
Su oficina no era muy grande pero tenía un librero del tamaño de la pared, todos los estantes estaban llenos de libros viejos y rollos de papel. Sobre su escritorio tenía la Biblia que estaba salpicada de sangre, estaban también en el escritorio otros dos libros, uno que se titulaba “Ritos de Exorcismo” y otro titulado “Sectas Satánicas en México”.
La computadora desapareció, en el lugar no localizaron ninguna huella de pelea, nadie vio ni escuchó nada raro.
— ¿Por qué no me sorprende nada de esto?— se dijo así mismo.
— ¿Pero qué nadie esta a salvo en esta ciudad?— escuchó decir detrás de él.
Era Jiménez que recién llegaba a la escena del crimen y que veía el cuerpo del Padre con un gesto de asco.
—Vine lo más pronto posible Teniente, el tráfico está de locos a esta hora, dígame ¿Tenemos algo?—
—Pues no mucho Jiménez, ninguna huella visible, el forense analizará los rastros de sangre y estamos buscando rastros de cabello o de piel en las uñas del Padre— dijo Sánchez, que en ese momento reparaba en algo.
—Dígame Jiménez ¿Cómo se hizo esa herida en la mano?
— ¿Cuál?—dijo Jiménez llevándose la mano hacia la cara. ¿Ésta? No me di cuenta en que momento me la hice, quizá con la puerta del coche.
Era una herida como de 2 centímetros, que se veía hinchada pero que no sangraba.
— ¿No sé en que andaba el Padre, pero como que su lectura no va con lo que predica no creé?— cambió de inmediato la conversación
—Exorcismos y sectas satánicas, creo que andaba tras algún demonio, ¿Cree que tenga relación con los demás asesinatos?—dijo llevándose la mano herida hacia atrás de su cuerpo.
—Pues, por lo pronto conocía a la última victima y por lo que me dijiste anoche desde hace bastante tiempo, además él encontró el cuerpo. Quien lo haya matado sabia que vendría a verlo y a que hora lo visitaría, se adelantó a mi por lo menos 30 minutos— dijo Sánchez con tono de enojo.
—Regresemos a la central ¿Tienes los informes de las fibras y el disco duro de la segunda victima?
—Creo que lo de las fibras tardará por lo menos 5 días y el disco duro lo tengo en mi auto—contestó Jiménez que no dejaba de mirar la cara de horror del sacerdote.
—El Procurador debe estar metido en problemas, ahora que le dirá a la prensa, mujeres desconocidas mueren a diario pero no todos los días matan a un cura, y de esa manera menos—dijo Jiménez sin quitarle la mirada al cadáver.
—Ahora vayamos a la central, necesito analizar ese disco duro, que me manden esos libros después que los analicen y que le curen esa herida, lo veo en mi oficinal— dijo Sanchez.
Sánchez salió apurado de la Iglesia, como si algo lo estuviera persiguiendo. Subió a su auto y esta vez arrancó a la primera. El caso se estaba poniendo cada vez más difícil. ¿Por qué mataron al Padre?

domingo, febrero 18, 2007

La Espera.


Cuando despertó en medio de aquella habitación, envuelto por una agobiante oscuridad, no podía explicar la angustia que le carcomía las entrañas. Le era imposible recordar cómo y cuándo llegó a ese lugar ¿Me habré quedado ciego?, pensó por un momento. Empezó a tantear el terreno, tratando de ubicarse. Llovía, las gotas caían sobre el techo metálico haciendo un ruido infernal. Había un olor desconocido e insoportable como si cientos de cadáveres hubieran sido apilados por siglos en ese lugar. Alcanzó a ver una pequeña rendija por donde se colaba un fino halo de luz. Caminó hacia ella, hipnotizado por su brillantez, como un insecto atraído por el destello de una lámpara. Se acercó gateando hacia la rendija para poder ver hacia afuera. Había un camino de tierra que se alargaba a la distancia y se perdía en el horizonte; las nubes grises se apretujaban entre sí quejándose con horribles estruendos. Un poco más allá, un paradero con una larga fila de gente esperando con el lodo hasta los tobillos. En sus caras mojadas sólo podía verse resignación y tristeza.
Una voz lo sobresaltó.
—¿Hace mucho que esperas?
La voz provenía del fondo de la habitación. Forzó la vista para ver quién era, pero no lo pudo identificar, era sólo una silueta deforme. Quizá ni siquiera estaba en el lugar y era un engaño cruel de su imaginación.
—No sé, no lo recuerdo, pero pareciera que llevo años aquí—contestó por simple inercia—. Luego volvió asomarse por la rendija.
—¿Es en serio? Yo tan sólo he estado unos días y ya quiero irme. Es insoportable la duda, esta negrura inmisericorde, el desfile de despojos humanos, ese maldito olor—dijo el extraño.
—Entonces eres real.
—Tan real como tú. Como todos los que ves allá, marchando como reses al matadero.
—¿ Y... adónde van?
—Por la cara de la gente no creo que sea un lugar mejor que éste. He visto que llega un transporte, alguien grita tu nombre y luego se marchan cuando estan llenos. Si no te mencionan, esperas que salga el viaje siguiente.Y así todo el tiempo.
— ¿Haz visto que salga alguien de aquí?
Hace un rato vi salir a dos que se ahorcaron. Uno de ellos se llamaba Judas por lo que pude escuchar.
—¿Pero cómo, por qué llegamos aquí?
—Ojalá lo supiera. Lo único que he descubierto es que estoy muerto y que debo tomar el siguiente viaje. No me importa adonde me lleve.
¿Muerto? , este hombre se ha vuelto loco, pensó.
—¿Cómo sabré que me llaman si no recuerdo mi nombre?
—Supongo que tendremos todas las respuestas cuando llegue el momento.
Al terminar de hablar oyó que su compañero de celda se puso de pie y caminó hacia la entrada, aproximándose a él.
—Me han llamado ¿Lo oíste?
Fue en ese momento, cuando lo tuvo cerca, que se percató que le faltaba la mitad de la cara. El hombre se detuvo, luego lo miró con el único ojo que le quedaba. La sangre, oscura y viscosa goteaba por su mejilla, sin llegar a caer, nunca, por toda la eternidad, parecía haberse detenido allí, como un signo de muerte en la muerte.
—No temas, al final fue decisión tuya estar aquí—le dijo al oído. Luego deslizó una barra de metal que atravesaba la puerta y salió al exterior.
Se quedó solo, observaba por la rendija como la gente subía a otro transporte. Todos en silencio ascendían cuando eran nombrados. Se imaginó el día que fuera su turno.
A veces palpaba su nuca, allí donde se había pegado un tiro, porque eso era lo que pensaba que había pasado, aunque no estaba muy seguro… no estaba seguro de nada. ¿Quién soy?, se preguntaba hasta el cansancio.
Cuando lograba quedarse dormido, un sueño recurrente lo volvía a despertar. En él podía ver a dos personas que parecían uniformadas, un uniforme que no conocía, quemaban su cadáver. De todas maneras, si no habían dicho su nombre, lo más seguro era que ya lo hubieran dejado ahí para siempre. No abandonaría ese lugar, no le importaba quedarse ahí, toda la eternidad. Temía más al lugar a donde se iban todos.
Escuchó más ruidos, gente que hablaba. Cada vez llegaban más y más personas a esa podrida habitación. Algunos se quedaban un rato e intentaban hacerle plática, pero mejor optó por refugiarse en un rincón. Al final siempre se quedaba solo, esperando por algo que no sabía si algún día se cumpliría. Cada hora que pasaba, para él era una tortura que se repetía sin parar, una especie de infierno personal confeccionado a su medida ¿Para qué desperté?, se decía una y otra vez.
Afuera, los camiones atestados de suicidas, salían cada vez con más frecuencia. Pero él permanecía ahí, enclaustrado, sin poder ir a ningún lugar. Ya no podía precisar cuanto tiempo había pasado, ni cuantas personas habían desfilado por esa sala de espera.
Un día, uno cualquiera, uno más, alguien gritó su nombre. Hacía mucho que no lo escuchaba, pero al oírlo lo reconoció y sintió un gran orgullo. Supo por fin quien era, cual había sido su misión en la vida. Dudó por un momento si salir o no, pero se armó de valor.
Se asomó por aquel agujero que había sido la ventana al exterior de ese infierno, el único sitio donde podía respirar sin sentir el hedor de su prisión. La carretera estaba vacía y en el parador reinaba un silencio mortal; no sabía cuánto tiempo había permanecido en ese estado: podrían haber sido años, como segundos, unos segundos dilatados por la duda. No tuvo más remedio que tocar la barra de acero y deslizarla hacia arriba para abrir la puerta. Sintió el frío de la lluvia interminable, el lodo que le llenaba los zapatos, por fin, después de esa larga incertidumbre, sabría su destino.
Se sorprendió cuando al ingresar al autobús tres personas lo saludaban mientras extendían el brazo derecho, pero al verlos, los reconoció de inmediato.
—¿Goebbels? ¿Borman? ¿Eva?
—Mi Fuhrer...
Una gran sonrisa se le dibujó en el rostro.
— ¿Dónde vamos?
Los tres se encogieron de hombros...

Cuenta regresiva.



Ernesto Colina, miró por última vez a su próximo blanco. Aquel rostro lleno de cicatrices y de mirada cruel, era Manuel Espinola, asesino a sueldo y culpable de varios ataques terroristas.
Tenía que volver al mes de Enero del año 2006, fecha que según informes de la Policía del Tiempo, Espinola había conocido a Fernando Guevara, jefe del Cártel de Medellín, con quien estrechó lazos para despues convertirse en su principal sicario.
Matarlo significaba salvar muchas vidas inocentes. El mundo todavía no se reponía del fatal ataque en Pekín, donde habían muerto más de quince mil personas. En base a estudios, su muerte no afectaría al curso de la historia.
─Esta es una foto de aquella época─dijo el Jefe Shield, al mismo tiempo que se la entregaba en la mano.
─No se parece en nada a como es ahora─suspiró ─, ¿alguna información donde pueda localizarlo?
─Trabajaba en el restaurante “Hermanos Wong” en Los Angeles, California.
Al escuchar esto Ernesto, se sorprendió. Su madre vivió en esa ciudad en ese año, después sería deportada por tercera vez a México. Shield se dio cuenta de eso y antes de que Ernesto le dijera algo, le advirtió.
─Ni se te ocurra tratar de visitarla. Sabes muy bien las reglas.
─No se preocupe, Jefe.
─¿Qué hay de Guevara?
─Desafortunadamente, no puedes tocarlo. Sólo debes evitar que conozca a Espinola.
─Entiendo. Salgo de inmediato.
Guardó la fotografía en uno de los bolsillos de su chamarra y subió a la máquina. Cerró los ojos y esperó el conteo regresivo. Cinco, cuatro, tres, dos, uno...
Apareció en un callejón a tan sólo dos cuadras de donde trabajaba Espinola. Cargó su arma. Un solo tiro sería suficiente para hecerlo desaparecer.
Esperó frente al restaurante hasta que lo vio salir apresurado del lugar. Lo siguió a una distancia prudente para evitar sospechas. Eran las siete de la noche, faltaba una hora aproximadamente para que se diera la reunión ¿A dónde va con tanta prisa?
Ernestó, descubrió cual era el motivo por el cual iba tan rápido. Estaba siguiendo a una mujer. Ella dobló en una calle, Espinola corrió detrás. Ernesto los siguió, aunque algo en su interior le dijo que lo mejor era no intervenir, esperaría a que saliera de ahí para matarlo.
La mujer empezó a gritar pidiendo auxilio. Varias personas se detuvieron, pero siguieron su camino como si no hubieran visto nada. Ernesto no pudo evitarlo, caminó hacia donde provenían los chillidos de la mujer. Espinola la estaba violando. Se acercó hasta donde lo pudiera matar sin hacerle daño a la muchacha. Gritó.
─¡Espinola, te vas a morir perro desgraciado!
Disparó. Todo lo que sucedió después le pareció que ocurría en cámara lenta, en una fatídica cuenta regresiva. Mientras la bala surcaba el aire, pudo ver primero la cara de terror del violador al sentir próxima a la muerte, enseguida el rostro de su madre bañado en lágrimas. Al último, su cuerpo desvaneciéndose en el aire.

miércoles, enero 31, 2007

Cuentos Publicados.

El año pasado terminó con la publicación de dos relatos breves para un especial de Navidad del portal Forjadores. "Santa viene a casa" y "Nochebuena". Se pueden leer en linea o bajar el especial en PDF. Hay muy buenos relatos.

Y empezamos el año con un minirelato "Puzzle" publicado en Efímero #103 de Ediciones Efímeras del buen escritor Santiago Eximeno, la verdad todo un honor aparecer a su lado. Es mi escritor favorito en español. Todo un reto, ya que los minirelatos no son mi fuerte.

Espero este año mejorar como escritor y quizá ganar algún concurso.