domingo, marzo 18, 2007

Sánchez. Capítulo VI.

No tardó en llenarse la iglesia de policías, gente curiosa, feligreses y periodistas. La noticia del asesinato del Padre Vicente se supo de inmediato. Sanchez se encontraba frente al cadáver con el rostro inexpresivo de siempre, no estaba horrorizado como la mayoría, pues a comparación de los últimos asesinatos este no había sido tan cruento.
El Padre Vicente se encontraba desnudo, amordazado y amarrado a su silla, un crucifijo le atravesaba la cabeza desde el ojo hasta la nuca, su otro ojo lo tenía abierto, su rostro era el retrato vivo del terror.
Su oficina no era muy grande pero tenía un librero del tamaño de la pared, todos los estantes estaban llenos de libros viejos y rollos de papel. Sobre su escritorio tenía la Biblia que estaba salpicada de sangre, estaban también en el escritorio otros dos libros, uno que se titulaba “Ritos de Exorcismo” y otro titulado “Sectas Satánicas en México”.
La computadora desapareció, en el lugar no localizaron ninguna huella de pelea, nadie vio ni escuchó nada raro.
— ¿Por qué no me sorprende nada de esto?— se dijo así mismo.
— ¿Pero qué nadie esta a salvo en esta ciudad?— escuchó decir detrás de él.
Era Jiménez que recién llegaba a la escena del crimen y que veía el cuerpo del Padre con un gesto de asco.
—Vine lo más pronto posible Teniente, el tráfico está de locos a esta hora, dígame ¿Tenemos algo?—
—Pues no mucho Jiménez, ninguna huella visible, el forense analizará los rastros de sangre y estamos buscando rastros de cabello o de piel en las uñas del Padre— dijo Sánchez, que en ese momento reparaba en algo.
—Dígame Jiménez ¿Cómo se hizo esa herida en la mano?
— ¿Cuál?—dijo Jiménez llevándose la mano hacia la cara. ¿Ésta? No me di cuenta en que momento me la hice, quizá con la puerta del coche.
Era una herida como de 2 centímetros, que se veía hinchada pero que no sangraba.
— ¿No sé en que andaba el Padre, pero como que su lectura no va con lo que predica no creé?— cambió de inmediato la conversación
—Exorcismos y sectas satánicas, creo que andaba tras algún demonio, ¿Cree que tenga relación con los demás asesinatos?—dijo llevándose la mano herida hacia atrás de su cuerpo.
—Pues, por lo pronto conocía a la última victima y por lo que me dijiste anoche desde hace bastante tiempo, además él encontró el cuerpo. Quien lo haya matado sabia que vendría a verlo y a que hora lo visitaría, se adelantó a mi por lo menos 30 minutos— dijo Sánchez con tono de enojo.
—Regresemos a la central ¿Tienes los informes de las fibras y el disco duro de la segunda victima?
—Creo que lo de las fibras tardará por lo menos 5 días y el disco duro lo tengo en mi auto—contestó Jiménez que no dejaba de mirar la cara de horror del sacerdote.
—El Procurador debe estar metido en problemas, ahora que le dirá a la prensa, mujeres desconocidas mueren a diario pero no todos los días matan a un cura, y de esa manera menos—dijo Jiménez sin quitarle la mirada al cadáver.
—Ahora vayamos a la central, necesito analizar ese disco duro, que me manden esos libros después que los analicen y que le curen esa herida, lo veo en mi oficinal— dijo Sanchez.
Sánchez salió apurado de la Iglesia, como si algo lo estuviera persiguiendo. Subió a su auto y esta vez arrancó a la primera. El caso se estaba poniendo cada vez más difícil. ¿Por qué mataron al Padre?

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