jueves, marzo 06, 2008

Vals para Moore.



Es un día más para Moore, como tantos otros. A sus escasos quince años siente que es preso de la más inmisericorde monotonía. Son las seis de la mañana, ha pasado una hora desde que lo despertó la misma pesadilla. Esta vez no gritó ni lloró.
En sus sueños, se encontraba desnudo frente a su clase, todos se burlaban de él, lo insultaban, le gritaban que era un cerdo, lo escupían. El intentaba defenderse, pero se le abalanzaban, le enterraban lápices, reglas de plástico, tijeras. Se quedó estático mientras observaba como salpicaba con su sangre las caras de sus agresores.
Escucha ruidos en la habitación de a lado que lo regresan a la realidad. Es su madre que se levanta para bañarse. Moore puede adivinar cada movimiento y acción de ella.
Ahora debe estar desvistiéndose, ya abrió la llave del agua caliente, ahora la fría...
Su madre, le grita que ya se va.
Tu desayuno está listo en la mesa..., lo dice antes que ella.
Lo último que quiere es desayunar. Se siente culpable después de haberse comido una pizza familiar, él solo, la noche anterior. Le duele el vientre y le arde la garganta de tanto vomitar.
El chico se levanta y se acerca a la ventana, contempla como se aleja el auto rojo de su madre, hasta que se pierde a la distancia. Se tira al suelo y hace tantas abdominales que pierde la cuenta. Sólo el dolor lo hace detenerse. Al ponerse de pie, deja un pequeño charco de sudor. Ahora es hora de bañarse, antes se mira en el espejo del botiquín. Aunque el reflejo muestra a un chico atlético, sólo contempla a un pobre perdedor.
El pelo lo lleva largo, más del frente que de atrás. Se deja caer el copete para ocultarse el rostro.
No saben lo que es ser feo toda la vida.
Ya ni siquiera recuerda el color de sus ojos, le es imposible fijar la vista en él mismo. Rompe de un puñetazo el espejo en cientos de pedazos, le queda un fragmento incrustado en los nudillos. Lo arranca con cuidado, se quita la sangre que escurre entres sus dedos con la lengua. Con el vidrio escribe en su antebrazo, en letras mayúsculas: MUERTE. Respira profundo, un poco más calmado, como si el dolor del alma se escapara por la herida.
Después de un breve momento bajo el chorro del agua, se viste con el mismo pantalón roto de mezclilla y la siempre imprescindible camiseta negra. Como un autómata se dirige a la puerta de entrada. En el camino, pasa frente a su desayuno y no lo toca, agarra el plato y lo deja en la puerta para que los gatos se encarguen de ese huevo con jamón que tanto detesta.
Moore, como le llaman en la escuela, a simple vista es normal, en sus clases es atento y cumple con todas sus tareas. No se mete con nadie, rara vez se ve inmiscuido en algún problema. En su niñez, fue bastante obeso, sufrió por las constantes burlas de sus compañeros, pero ahora, a base de constante ejercicio se le ha formado un cuerpo musculoso. Todos le dicen que tiene un buen físico, él, cada vez que se mira al espejo, se encuentra con el mismo chico gordo y fofo de su infancia que se niega a desaparecer. Y lo odia.
Sale de su casa un poco antes de que el transporte escolar llegue. Se pone los audífonos del Ipod y escucha a su grupo favorito, “From First to Last”, a todo volumen. Alcanza a ver al autobús que se acerca.
Tan pronto sube, siente que todas las miradas se centran en él. Observa que dos muchachas se hablan al oído.
Eso es, búrlense de mí. Malditas víboras.
—¡Ese, Moore, qué onda broder! —le gritan desde el fondo—. Es uno de sus compañeros de salón.
—Qué onda, Jimmy Neutrón —dice al sentarse junto a él. Se quita los audífonos.
Su nombre real es Federico, pero se parece tanto al personaje de Nickelodeon que así lo apodan. Además de que es el chico inteligente de la clase.
—Te estuve llamando ayer, para que fuéramos a ver el juego de fútbol de las chavas —le reclama—, te perdiste de todo un espectáculo. Hubieras visto a la Marisol, tenía puestos
unos chorcitos, que para qué te cuento. No puedo asegurártelo, pero te juro que vi que llevaba tanga, te lo perdiste maestro —dijo, casi babeando de sólo recordar la escena.
Moore, ni se inmuta. Parece que no hubiera escuchado nada.
—¿No oíste lo que te acabo de contar? —reclama Jimmy.
—Claro que escuché, lo que pasa es que no tengo ganas de platicar. Me despiertas cuando lleguemos a la escuela —se vuelve a poner sus audífonos y cierra los ojos.
Despierta después de que lo sacuden por tercera vez. Camina junto a Federico rumbo al salón de clases. Un grupo de estudiantes charlan y bromean junto a las escaleras.
—¡No mamen!¿Sabes qué, Neutrón? Te veo más tarde.
—¿Qué, no vas a entrar a Ciencias?, acuérdate que el “Bigotes” te tiene en la mira.
—No me quiero cruzar con esa bola de fresas idiotas. Además ya me dio hueva.
—Que poca. Me abandonas.
—Si por lo menos te defendieras…
Alcanza a ver como molestan a su amigo. Le bajan el pantalón delante de las muchachas. Uno de ellos, le vacía su mochila, y se esparcen sus útiles escolares por todas partes.
Malditos aprovechados.
Llega al baño, cierra la puerta y le pone seguro. Mira por debajo, para estar seguro que se encuentra solo. Se provoca el vómito. Lo único que logra es lastimarse la garganta, apenas si puede escupir un poco de agua y bilis. Al fondo se escucha el timbre que anuncia que todos deben estar en sus salones.
No saben lo que es ser feo toda la vida.
Se enjuaga la cara, se acomoda el pelo para tapársela. Abre su mochila y busca el último Marlboro que le queda. Fuma sin prisa. Se lo apaga en la palma de la mano.
Al salir se cruza con la Directora.
—¿Joven Del Valle, qué hace usted afuera de su salón?
—Me sentí mal y fui al baño. Me dio diarrea ¿También está prohibido?
—No me interesa, váyase a su salón y mañana no entra a la escuela, si no me trae a sus padres.
No vengo por gusto, ruca de mierda.
—No se preocupe, Señora Directora. Con su permiso —finge una sonrisa y le muestra el dedo cuando ella está de espaldas.
Corre hacia su clase pues ya se le hizo tarde. Las escaleras están vacías, siente un poco de pena por su amigo cuando ve uno de sus cuadernos hecho pedazos.
Los odio a todos.
Se para en la entrada del salón, los demás están sentados ya. Siente las miradas inquisitivas de la mayoría otros lo ignoran como siempre. En la parte de atrás alguien dice algo que hace que los demás se rían.
Me las pagarán.
El maestro se percata que Moore está en la puerta, pero lo ignora por unos segundos. Luego a regañadientes le dice que pase. Se sienta a lado de su amigo, pero no se voltean a ver. Todos sacan sus libros y libretas, el ruido de los lápices chocando con la madera de los pupitres es lo único que se escucha.
—¿Alguien hizo la tarea? —el maestro lanza la pregunta como con miedo a la respuesta de negativa general.
Nadie dice nada, pero al fondo sin hacer mucho aspaviento, se encuentra Moore con la mano alzada a media altura.
—¿Me van a decir que solamente el señor Del Valle, la hizo? Eso si que es noticia —dice sarcásticamente.
Todos voltearon en dirección de Moore, la mayoría con cara de extremo enojo. Habían acordado sabotear al maestro después de que les dejó la tarea más grande de la historia en la institución, y quizá del mundo, el maestro no se atrevería a reprobar a todos. Moore, no pudo ocultar la sonrisa al ver que tenía para si toda la atención.
—¿Es tan difícil, hacer una exposición acerca del cuerpo humano? —pregunta el maestro—No tenían que hablar de todo, con cualquiera de sus partes hubieran aprobado. Les dije muy claro que iba a contar para su calificación bimestral.
—¿Ya puedo pasar al frente? —interrumpe Moore.
—Pase, jovencito —dice, como queriendo poner fin al asunto de la tarea.
Moore se pone de pie, se acerca a su amigo y le dice algo al oído. Federico lo mira sorprendido, duda un poco pero también se para, camina hasta la puerta y la cierra. Moore se pone junto al maestro que no entiende lo que está pasando.
—Si me permite, me gustaría usar su grabadora. Necesito un poco de música de fondo —dice Moore, mientras saca de su bolsillo un CD.
—No entiendo para qué, pero úsela. Nada más no ponga muy alto el volumen ¿Por qué se puso de pie, Federico?
Desliza el CD, y empieza a sonar “Un Vals para Moore” de “From First to Last”.
—Necesito que me ayude para que nadie se retire mientras expongo mi tema ¿Me ayuda? —Moore toma a su maestro de la mano, éste se para junto a él.
Del bolsillo trasero de sus pantalones gastados saca una navaja. Con una sorprendente velocidad le corta el cuello a su maestro. Un chorro de sangre sale disparado hacia las alumnas que se encuentran sentadas hasta el frente. El profesor cae de rodillas apretándose el cuello que no para de sangrar.
—Les voy a hablar a todos de la importancia de la sangre en el ser humano —empieza a decir Moore—, pero nadie hace caso. Todos gritan, unos intentan huir, pero Federico se interpone. Mientras Moore, patea al maestro que cae de espaldas, muerto. Moore, hunde su navaja en el estómago y hace un corte transversal. Mete su mano y jala uno de los intestinos.
—También quiero hablarles del sistema digestivo y sus principales partes. Éste es el intestino grueso…
Más gritos cuando lo jala como si desenrollara una manguera.
—Éste es el hígado y esto de acá la vesícula biliar…
Federico no soporta lo que está viendo y empieza a vomitar, otros se desmayan y los demás siguen gritando. Moore se acerca a una de las jóvenes que está histérica y le corta la yugular, se acerca a uno de los que habían molestado a su amigo y le entierra la navaja en el pecho. Se acerca a la grabadora, sube todo el volumen, luego regresa a donde yace el maestro.
Se escuchan golpes en la puerta.
—Esto de aquí, son los testículos…
Mientras sigue cortando partes del cuerpo del profesor, afuera gritan y golpean la puerta. Después de varios minutos, el ulular de las sirenas se empieza a escuchar.
Se ha quedado sin más partes que cortar. Moore está cubierto de sangre, se forma un gran charco rojo donde está parado. Entonces se empieza a cortar él mismo. Se hace un corte en las muñecas y otro en el cuello. Se recarga en el pizarrón y cae sentado mientras se desangra.
Derriban la puerta, varios policías entran apuntando con sus armas a Moore, que al verlos empieza a reírse. Y así, con una sonrisa en el rostro y al compás de su canción favorita les dice antes de morir: “No saben lo que es ser feo toda la vida”.