sábado, febrero 25, 2012

One Buck Horror 4.

A más de un mes de haber sido publicado el número 4 de la publicación Estadounidense "One Buck Horror" donde aparece mi cuento "Hanal Pixan" he recibido muy buenas opiniones respecto a él. Nada mal para mi primer intento por incursionar en el mercado americano que es muy competitivo. De hecho es el primer relato por el que gano dinero.

Para el que esté interesado, les dejo el link para comprarlo en Amazon Kindle por el módico precio de $0.99, una verdadera ganga para la calidad de los cuentos y no es por que yo salga publicado. Desde la portada es excelente.



viernes, febrero 03, 2012

No salgan, están aquí.


Silencio…

Oscuridad…

Este juego se ha salido del límite, piensa Esther. Aún así considera que es mejor quedarse ahí: escondida en el closet. No debió meterse en eso, sabía que no era buena idea, sobretodo que apenas habían conocido a los chicos, pero en el momento todo parecía tan divertido y ellos eran bastante guapos. A Manuel lo vio correr hacia el sótano, quiso ir detrás de él y aprovechar el momento a solas sin que la metiche de Ana se metiera entre los dos, pero el viento apagó las veladoras que llevaban para la ocasión y ella entró en la primera recámara que encontró. De los demás no tenía la menor idea de dónde estarían.

Un trueno rompió el silencio y la lluvia empezó a caer con fuerza. Abrió un poco tratando de no hacer ruido. El grito de Manuel se escuchó y del susto se golpeó contra la puerta que emitió un crujido seco. Volvió a encerrarse en el closet. ¿No salgan? ¿Fue eso lo que gritó? No estaba segura.

Ahora su corazón palpitaba a mil por hora, pegó la oreja contra la madera para intentar escuchar lo que sucedía afuera. Otro alarido, esta vez de mujer. Otro trueno. No parecía una broma. Volvió a entreabrir la puerta, las manos le sudaban. Seguía oscuro.

—¡No salgan! ¡Están aquí! —escuchó. Era la voz de Arturo, el chico serio que no levantaba la vista cuando te hablaba.

Día de muertos, casa abandonada, noche lluviosa. Qué manera de festejar, no debieron ir con ellos. El efecto de las cervezas se había pasado, pero las ganas de ir al baño ahora eran insoportables.

Salió del escondite, caminó hacia la sala, alguien tenía que ponerle fin al jueguito que ya no era divertido, además que un poco más y se haría encima.

—¿Pueden parar? Necesito orinar —gritó.

Vio los cuerpos apilados uno sobre el otro, sus torsos hechos picadillo, el piso inundado de sangre. Quiso gritar, pero no pudo, observó cómo sus orines se unieron al charco pegajoso dejado por sus amigos. Algo está mal, Ana empieza a sonreír, luego los demás, incluso se desternillaron. Se pusieron de pie y se unieron los tres en un abrazo.

—¡Feliz Día de los muertos! —todos al unísono gritaron. Rieron sin poder parar.

Luego comprendió y ella se carcajeó también.

No puede evitar que los sucesos se repitan esa noche. Sabe que es la fecha en la que todos los muertos pueden regresar a donde fallecieron y justo ahí, fueron asesinados los cuatro.